Tenía claro que antes o después echaría de menos a mi familia y amigos. Del mismo modo, era de esperar que no tardaría en añorar la comida casera o incluso el apacible clima mediterráneo. Sin embargo, lo que nunca imaginé es que en este nuevo exilio podría echar en falta algo tan simple, a priori, como las vocales. Pero claro, eso fue antes de toparme con el croata, ese idioma en el que son capaces de juntar cuatro consonantes y quedarse tan anchos (me van a disculpar, pero la excusa de que la 'R' para ellos es una vocal NO me vale).
Total, que ante el temor de que se me acaben las caras de poker para cuando alguien me habla en esa endemoniada lengua y de acabar bebiendome el limpiacristales por no entender las etiquetas de los alimentos, he decidido empezar las clases de croata. Hoy, primera lección. Mañana, agujetas fijo. Y yo que venía aquí a desaprender...